Escolarización y adaptación escolar

Es tu tercera semana en clase y aún no he tenido ni un momento para sentarme a reflexionar sobre este gran cambio en tu vida

Digo GRAN CAMBIO porque tu mundo se ha girado del revés, en cuanto a horarios, rutinas, ambiente y guía.

Nuestra vida slow se ha convertido en prisa, nuestro apetito se ha marcado un ritmo, igual que nuestro sueño. 

Ya no caminamos, ahora corremos, deprisa al cole, deprisa a casa, deprisa al cole, ahora relax al parque con los amiguitos nuevos, para otra vez ir deprisa a casa a bañarnos, cenar, los dientes ¡fuera bichitos!, cuento y a la cama.

Apenas nos sobra tiempo para jugar, ya el baño, los dientes, nuestras recetas mano a mano en la cocina, nuestros cuentos antes de dormir, nuestro juego al escondite cuando viene papá del trabajo.

Ya no suena nuestro timbre y es la yaya, tenemos esta rutina y no nos entra un rato, lo hemos saltado 2 días y has llegado derrotado, sin hambre, con sueño, no hubo baño...

Ahora, la conciliación, es además de con papá, también conmigo que estoy en casa, que no trabajo, que cuento los minutos para reunirme contigo.

Afortunadamente lo llevas bien, vas contento, me siento orgullosa de alentarte, animarte, acompañarte lo más respetuosamente que mis posibilidades, tiempo, recursos... me lo permiten.

Una tarde tenías mucho sueño y te hubiera dejado conmigo en casa, pero papá pensó que era mejor llevarte a clase y te aferrabas a mi cuello, la profe tiraba de tí, te arrancó de mis brazos, me sentí vulnerable, ridícula, totalmente absurda en este mundo tan frío, tus demandas, gritos, lágrimas y miradas se me clavaron en el alma, me sentí la peor madre del mundo.

Al día siguiente volvió a suceder y viendo que eso iba a repetirse en el tiempo traté de animarte, de ver el lado positivo, de explicarte que la profe se sentía tal vez desbordada también emocionalmente, aunque no lo pareciera por su profesionalidad, pero que mamá y papá habían decidido escolarizarte y de entre todas nuestras opciones éste colegio era el mejor para tí.

Te hablé de mi propia angustia a mis 3 años, de mi lamentable "adaptación escolar", de como una joven yaya, mi mamá, también lloró, y que entendía tu pena y tu tragedia, pero que a mí me amenazaban con meterme en el cuarto de las ratas, me ridiculizaban, que me hice pipí en clase y todo el mundo se rió de mí, de cómo me he sentido tan rara en el colegio durante tooooooda mi propia escolarización, y que por eso era para mí muy importante acompañarte, guiarte, escucharte y que estaría contigo en las buenas y las malas.

Te dije también que tu tutora era una buena persona, que era madre, tal vez mejor que yo, puesto que tiene 3 hijos, y que yo confiaba en ella, que le encantaban los niños, seguramente más que a mí, porque suele ser una profesión vocacional, que confiara y le dieras una oportunidad, que seguro lo pasarías bien con tus compañeros.

Que no podíamos haber tenido más suerte, que 2 de sus hijos son celíacos, que no es lo mismo que tus alergias, pero de momento se ha mostrado empática y colaboradora, y siempre debíamos agradecerlo.

Que la directora nos pareció encantadora porque siempre está en la entrada y salida tratando de dar una frase optimista a quien se cruza con ella, nos saluda a los padres, habla con alumnos, la tieta Marta ya nos dió muy buenas referencia de ella, fue una profe de la que guarda un especial recuerdo de su infancia y adolescencia.

Amor, tan pequeño y tan grande eres...

Llevas tan bien este GRAN CAMBIO que solo te puedo agradecer lo fácil que me resulta ser tu madre, a pesar de mi cansancio, y que a veces me pongo nerviosa, que no me gusta nada meterte prisa, pero menos me gusta que salgas sucio o sin lavarte los dientes, odio llegar tarde, perdóname si a veces no te hablo con el tono suave y dulce que suelo hacerlo, sigo formándome y experimentando mi maternidad, voy hacia la luz, pero aun me quedan sombras... ¿desaparecerán por completo para siempre?



Continuará...

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